Valió la pena esperar a Nery
Nacido en México pero criado en Uruguay, Nery apareció desde los quince años como un auténtico niño prodigio destinado a convertirse en figura mundial. A esa edad debutó con Danubio en primera división y estuvo a punto de firmar por Manchester United, algo que se complicó al no poder obtener el permiso de trabajo. Lo firmó el Olympiakos griego, con el que debutó en la máxima categoría helena con 16 años. Tras siete temporadas en el club del Pireo en las que ha alternado grandes actuaciones con algún que otro problema de conducta, Otto Rehaggel solicitó a la federación de la campeona de Europa que acelerara los trámites para nacionalizar al número 7 del equipo rojiblanco, algo que empezaba a ser factible debido al tiempo que llevaba en el país. De repente, Nery se encontró en un conflicto a tres bandas, con tres selecciones ofreciéndole jugar para ellas y con múltiples presiones llegando desde todas las direcciones. El 30 de noviembre de 2006, el jugador anunció su decisión de representar a México, con la que debutó finalmente el pasado 2 de junio. El largo conflicto había llegado a su fin y sólo cabía esperar que el prodigioso futbolista empezara a hablar sobre el campo.
Y Nery habló. Ya en la Copa de Oro se había convertido en el jugador más desequilibrante del criticado equipo de Hugo Sánchez, pero su explosión definitiva llegaría en el debut de la Copa América en Venezuela ante el mejor rival posible: Brasil. Su golazo -globito al defensa y definición de volea- le anunció como protagonista del choque, pero serían su recital de slaloms, su velocidad endiablada, su desborde constante, su regate interminable y su conducción estratosférica los que le elevarían a los altares. Se atrevió incluso con una rabona, provocando el enfado de unos brasileños nada acostumbrados a que fuera el rival el que los ridiculizara a ellos con un catálogo inagotable de recursos técnicos. En medio de su recital, Nery evidenció que le quedan varias cosas por mejorar: elegir mejor el momento de soltar el balón, no abusar tanto del individualismo y conseguir mejor precisión con la pierna derecha -es zurdísimo-. Pero en seis partidos de la Copa, nadie nos ha levantado de la silla tantas veces como él. Si se le pule, va para crack mundial.
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