Me pide un lector habitual del blog, desde hace ya bastante tiempo, que retrate en un artículo el ambiente futbolístico que se respira en Irlanda del Norte a partir de mi experiencia durante un breve viaje a la isla el mes de julio del año pasado. Creo que, aprovechando la visita de la selección española a Belfast el próximo miércoles, es un buen momento para introducirnos brevemente en una de las parcelas de la vida cotidiana que, como casi todas en el Ulster, está dominada por la división social e impresionantemente sectaria de la sociedad. Por ello, es imposible que las siguientes líneas hablen sólo de fútbol. El contexto es absolutamente necesario.
Llegar al centro de Belfast por la noche, cuando el día muere pero la luz se resiste a abandonar el veraniego cielo irlandés, supone estremecerse ante la imagen de una ciudad aparentemente fantasma. No hay actividad alguna en los aledaños del City Hall, el mayor monumento de la capital, ni en las avenidas cercanas -Donegall Place, Royal Avenue-, cuyas construcciones y medidas harían pensar en arterias bulliciosas y frenéticas. No hay nadie a quién preguntar dónde queda un hotel y enseguida el viajero se pregunta por qué diablos se le ocurrió llegar hasta allí. Cuando uno va adentrándose en la cruda realidad de la urbe llegan las respuestas. El centro es una de las pocas zonas neutrales de Belfast en las que conviven católicos y protestantes. Sólo hasta cierta hora, pues no hay viviendas y el desierto aparece cuando cierran los comercios. Los compañeros de trabajo no pueden ni preguntarse dónde viven, no vaya a ser que descubran que comparten demasiado tiempo con alguien del bando enemigo. Estas consignas de intentar aislar el conflicto, como si se tratara de una burbuja en medio del caos, explican por qué en los pubs más populares del centro se prohíbe acudir con camisetas o bufandas de equipos de fútbol.
Windsor Park, el estadio de la selección de Irlanda del Norte, se encuentra en uno de los barrios de mayor tradición protestante de Belfast -y es, además, donde juega sus partidos el
Linfield, un club a cuya afición se ha relacionado insistentemente con actitudes sectarias-. Nada de ello es casual. Aunque la
Federación Irlandesa está realizando esfuerzos para intentar unir a las dos comunidades en torno al equipo nacional, es evidente que la base de aficionados que apoyan a la selección es de inmensa mayoría protestante -casi absoluta-. Los católicos que habitan en el Ulster, que desean la integración de la región en la República de Irlanda, animan al equipo que tiene su sede en Dublín y sueñan con una selección irlandesa unida. Incluso algunos jóvenes católicos están renunciando ya a jugar con el equipo del norte y la FIFA empieza a hacer la vista gorda para que puedan actuar con el combinado del sur. Todo este proceso se está acelerando desde que
el capitán de Irlanda del Norte Neil Lennon abandonara la selección al recibir amenazas de muerte por su condición de católico y de jugador del Celtic.
Y es que el pobre nivel de los clubes de la zona convierte la rivalidad Rangers-Celtic en la división real en los corazones futbolísticos de los norirlandeses. Y, obviamente, la afinidad se corresponde con la filiación ideológica y religiosa. Los dos grandes clubes de Glasgow son elevados a los altares por sus respectivas comunidades, y no es nada extraño observar fachadas de viviendas decoradas con murales que reproducen las estrellas de uno y otro equipo. Aunque el asunto encierra otras pequeñas historias. En Derry, la ciudad con mayor presencia de católicos pro-irlandeses del Ulster -y cuyo nombre oficial es Londonderry, algo que disgusta enormemente a gran parte de sus habitantes, que tachan la primera parte de la palabra en prácticamente todos los carteles-, el equipo local cuenta con una afición tan comprometida con la causa que las autoridades se vieron obligadas a trasladarlo a la liga de la República de Irlanda. Y es que mantener al
Derry City en el campeonato de Irlanda del Norte suponía un riesgo de altercados constante, algo que ya se había vivido en la historia futbolística de la región. En 1949, el
Belfast Celtic, el representante de la población católica de la parte oeste de la capital, se retiró de la liga al sentirse maltratado por la federación y la policía después de una batalla campal en el derbi de máxima rivalidad ante el Linfield durante el Boxing Day de 1948. Durante años, una parte importante de la ciudad se quedó huérfana de representante futbolístico, hasta que en 1970 se formó el
Donegal Celtic, que hoy compite en primera división y cuya mayoría de jugadores nacieron en la República de Irlanda. Pero su papel en la máxima categoría es secundario y la gran rivalidad del campeonato no tiene hoy tintes políticos, ya que el
Glentoran, el segundo equipo del territorio por detrás del Linfield, es, aunque más moderado, básicamente protestante.