El partido del futuro
Iba a dedicar el artículo de hoy a la jornada de la UEFA Cup, con las sonadas eliminaciones del Feyenoord, el Leverkusen, el Galatasaray, el Sporting -de récord, partido europeo que termina casi a la una de la madrugada-, el Everton y el Auxerre. Incluso ya tenía el título pensado: "Después de Morten Gamst". Habría hablado del Tromso, el equipo más al norte de Europa que pareció hundirse tras vender a Pedersen -el zurdo de los dos goles en Old Trafford- al Blackburn pero que resucitó futbolísticamente eliminando al líder turco ayer por la noche. Pero no, lo dejaré para otro día. Acabo de ver la semifinal del mundial sub-17 entre Turquía y Brasil. Si alguien tiene opción de verla todavía sin saber el resultado, que no siga leyendo. Prefiero que presencie el partido a que yo se lo cuente. Ha sido un regalo para los ojos, un goce constante y continuado, un partido difícilmente superable porque ha tenido todos los ingredientes posibles: estaba repleto de jugadores de calidad -mención especial para Anderson y para Nuri Sahin, el futbolista llamada a convertir a Turquía en una potencia mundial consolidada-, ha tenido emoción a raudales con cambios de dinámica radicales y nos ha regalado golazos para que a nadie se le ocurra nunca borrar la cinta. ¿Borrarla? Etiquetas doradas hay que ponerle e irla revisando varias veces al año. Hasta que los mismos protagonistas repitan el espectáculo en un mundial absoluto. O más allá. ¡Vaya partido!
Ahora sí, contemos el partido: saca Brasil, el balón le llega a Celso -se peina como Ronaldinho-, que pone con calidad el balón lejos del portero Volkan. Trece segundos y uno a cero para la "canarinha". Turquía se va para arriba con valentía pero deja huecos atrás. Anderson lo aprovecha en su primera gran carrera de la noche, va superando a los defensas, llega a la portería y se la coloca a un lado al portero otomano. 2-0. Los turcos no bajan la cabeza. Jugadón combinado y disparo de Caner Erkin -el gran llegador, centrocampista total- que se va fuera por muy poco. El partido no tiene tregua, los dos saben jugar y además los dos quieren. Marcelo, el lateral zurdo, dispara sin ángulo y Volkan se la mete dentro. 3-0, y antes del descanso Turquía se queda con diez por expulsión de su capitán y central titular. A Anderson sólo se le podía parar con faltas. ¿Partido resuelto? Sí contra el mundo entero. No contra la mejor generación turca que se recuerda.
Pero atención, empieza el recital de Nuri. Gana la línea de fondo, le mete un cañito al rival, cede atrás para Tevfik Kose -¡qué delantero!-, que la cede de primeras a Caner... y 3-1. Vuelve la emoción y cuarto gol para el centrocampista en el campeonato. Falta a favor de Turquía. Nuri la pone y Kose remata de cabeza a gol. 3-2 y con diez. Pero faltaba lo mejor. El brillante futbolista del Dortmund, el mejor del último europeo sub-17 -¡que le den también el premio en este mundial!- encara a un rival, le mete otro caño, levanta la cabeza y lanza un globo con suavidad. El balón vuela por el aire peruano y el estadio se pregunta hacia dónde va. ¿Qué es? ¿Un centro? ¿A quién? ¿Un disparo? ¡Qué osado! Sí, es un disparo, un disparo prodigioso que pasa por encima del portero, que lo llega a tocar con la yema de los dedos, y cuando inicia su trayectoria descendente se mete por la escuadra. Me he puesto a gritar como un loco y creo que he estado así durante medio minuto. ¡Qué momento! ¡Qué momento de fútbol! ¡Qué aparición la tuya, Nuri Sahin! ¡Lo que le vas a dar al fútbol! Voy a decir una probable barbaridad, pero creo que si Turquía llega al Mundial Nuri tiene que estar en la lista. Aunque si no va, cuando llegue a ella acompañado de los Caner, Kose, Deniz Yilmaz o el meta Volkan -que con 3-2 sacó varios balones de gol- ya tendrá tiempo de escribir una brillante historia para su fútbol.
Así que partido nuevo, con Turquía mejor moralmente y con una Brasil teóricamente hundida. Más de diez minutos por delante. Muchos nervios. La tensión lógica de un partidazo que entra en su tramo final sin resultado claro. Y se decidió en el 90'. Anderson recibe un balón largo, se va hacia adelante, aguanta la entrada de los defensas turcos con una fuerza inusual y con la clase para llevar el balón pegado a la bota y tiene la claridad suficiente para no disparar en una posición forzada, sino meter el pase de la muerte para la llegada de Igor, el delantero que no se lleva titulares pero que ya ha anotado cuatro goles en el campeonato. 4-3 y la rúbrica a un partido memorable.
Al final, la alegría se desborda en los brasileños y Nuri se queda sentado en el suelo con la mirada perdida. Pero no llores, el futuro es tuyo y el fútbol también. El domingo México-Brasil, finalísima digna de un torneo que merecía tener tres campeones.